El festival desconocido

Los datos de venta de entrada habían certificado en la tarde del sábado un éxito sin precedentes para Sónar, el veterano festival de música electrónica barcelonés, con 19 ediciones a sus espaldas, que nunca antes había alcanzado los 98.000 asistentes de este año.

Con esos números consolidados para la estadística, al mejor Sónar de todos los tiempos sólo le faltaba cerrar el balance artístico con una contundencia similar, y en la noche de clausura, en un espacio de Fira Gran Via de L'Hospitalet a rebosar de público -lleno dentro, y seguían llegando personas desde fuera-, The Roots se encargaron de ello. 

La banda de Filadelfia, el mejor ejemplo de que el hip hop en directo puede estar muy cerca de las tradicionales formaciones de funk de los 70, aquellas máquinas perfectamente engrasadas que conjuntaban virtuosismo con ritmo, rubricó uno de los mejores espectáculos que recuerda la memoria reciente de Sónar. Venidos desde Nueva York para la ocasión -la noche antes habían estado tocando en el late show de Jimmy Fallon en el canal NBC-, el imponente batería Questlove, el rapero Black Thought y el resto de músicos de The Roots -incluso había una tuba en el escenario- se embarcaron en un viaje ágil y sincopado por su trayectoria de casi 20 años, pasando de puntillas por su excelente último disco, Undun, pero evitando que la fiesta decayera en ningún momento. 

Este concierto tuvo su contrapunto a escasos metros en SónarClub, donde New Order ofrecieron su segundo pase en el festival -más corto, igual de nostálgico-, y su complemento en los otros espectáculos decisivos de una noche histórica: Metronomy, Hot Chip, Die Antwoord y deadmau5, los últimos héroes de un Sónar para los siglos.

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