La cultura me persigue, pero yo corro más

El Año Internacional de la Alfabetización, decretado por la UNESCO, está llegando a su fin. 365 días dedicados con esfuerzo a la educación de adultos que no han conseguido terminar con el analfabetismo en el mundo. Hay casi mil millones de personas en nuestro planeta que todavía no saben leer ni escribir, de los cuales, 921 pertenecen a los países en vías de desarrollo, acaparando Asia del Este y del Sur el 70% del total mundial. Pero el dato más alarmante es que, según calcula la UNESCO, en el presente año, que ahora termina, casi 400.000 niños y jóvenes entre los 6 y los 17 años no han podido asistir a la escuela. Esta realidad demuestra que la erradicación del analfabetismo, no deja de ser una mera utopía. Las medidas que toman los diferentes países ante este problema son bien diferentes. Mientras algunos se enfrentan al vacío cultural con pasividad y despreocupación, otros, paradójicamente, como Irak y Siria, tienen hasta sanciones de cárcel y pérdida de empleo para los ciudadanos que no participen en los planes educacionales.



En Europa son los estados mediterráneos los que tienen el mayor índice de analfabetismo. En Portugal, por ejemplo, un 20,6% de la población no sabían leer ni escribir en 1981. En Italia dos de cada tres ciudadanos no tiene el graduado escolar. En España hay casi once millones de analfabetos funcionales, es decir, personas que aun sabiendo leer y escribir carecen de los conocimientos básicos para desenvolverse en la vida cotidiana. «Con tantos cambios tecnológicos y sociales, que requieren continuas adaptaciones, el analfabetismo funcional existirá siempre, por ello la educación de adultos nunca podrá desaparecer», comenta Aurora Ruiz, Directora General de Educación de la Comunidad Autónoma de Madrid. Según un estudio sobre alfabetización de la región de Madrid, un 28% de los encuestados no sabe rellenar un impreso para mandar un telegrama, el 34% no comprende el recibo del teléfono, el 18% no sabe interpretar los prospectos de los medicamentos; el 34% no sabe utilizar la tarjeta de crédito o los cajeros automáticos. Así difícilmente podrán integrarse en la sociedad. Pero aunque en muchos casos el desconocimiento lleva a la pasividad, no todos se resignan a mantener esta situación. Miles de personas, con más de 40 años de edad, ven en los Centros de Educación de Adultos su última oportunidad. «Nunca me había planteado estudiar -comenta Josefa Fernández, de 56 años- pero mis hijos me animaron a ir a una Escuela para adultos y ahora estoy muy contenta».

El caso de Josefa no es aislado. La mayoría de los adultos que asisten a clases nocturnas lo hacen o por influencia familiar o por necesidades laborales. «Muchas de las mujeres vienen a estudiar -dice el coordinador de la Escuela Popular de Oporto en Madrid- porque si no no pueden acceder a determinados puestos laborales. La falta de preparación les obliga, en la mayoría de los casos, a fregar escaleras». Sin embargo no todos acuden por algún tipo de obligación. Lo normal es que sea su propio convencimiento, y las ganas de aprender lo que les impulse a tomar la decisión de volver a estudiar. «Ahora todo es distinto -afirma Josefa- cuando veo el Telediario me siento feliz de comprenderlo. Estudiamos de todo: Matemáticas, Historia....Lo que más me gusta es la Lengua». No sólo el analfabeto total puede acceder a este tipo de escuelas, desde el Graduado Escolar hasta el acceso a la Universidad, son muchos los cursos que se imparten, incluso actividades plásticas y culturales. El programa se hace al principio del curso pensando siempre en todo tipo de alumnos. Sin embargo aunque la oferta sea muy amplia y variada a esa edad la capacidad y los reflejos ya no son los mismos. El aprendizaje es muy duro. Y a la dificultad hay que añadirle tiempo. «Tengo muy claro que no me voy sacar el Título de Graduado Escolar al primer examen -asegura Ignacia- pero da igual, aunque tarde más años lo que he aprendido es para mí. No tengo prisa». Aunque los alumnos de esa edad cuentan con un interés y una ilusión que no poseen los niños sin embargo juegan con desventaja. No tienen la misma cantidad de tiempo. El trabajo, la casa y en algunos casos ambos a la vez reducen al mínimo las horas posibles de estudio.

«Combinar la casa con los estudios no es nada fácil -dice Josefa Fernández- sobre todo cuando la familia está acostumbrada a tenerlo todo hecho. Aún así todo los días me levanto temprano y lo hago todo corriendo para que luego me quede una hora o algo más para estudiar. «Para muchas señoras -asegura el coordinador de la Escuela de Adultos de Oporto- la escuela es una liberación del quehacer cotidiano y les da la oportunidad de conocer un mundo hasta ahora vedado». Algunos, cuando ya han cogido el ritmo, no se conforman con el Graduado Escolar, siguen y siguen y en algunos casos han conseguido licenciarse en alguna facultad. La zona española más afectada por el bajo índice cultural es Andalucía. La escasa infraestructura, así como la composición de una población jornalera y nómada, hacen de esta region la más atrasada, junto con Extremadura. Las mujeres constituyen el sector más discriminado. Casi un millón de mujeres en España son analfabetas absolutas y son ellas quienes llenan las aulas «porque a los hombres les da vergüenza venir». El analfabetismo en España se ha ido reduciendo con el tiempo. En 1950 había tres millones y medio de iletrados, un 18% de la población. En 1970, dos millones y medio, casi una décima parte de los ciudadanos. En 1981 unos dos millones, cifra que corresponde al 7,1%.

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