Xavi es especial

Mario Rosas (Málaga, 1980) era un elegido. Criado en La Masía, el mediapunta estaba llamado a marcar una época junto a su inseparable Xavi. 

Pero en algún lugar del camino extravió la brújula. Ahora, en plena madurez y tras haber jugado por media España, acude al rescate de un Hércules vacío de magia. Excelente conversador, apasionado del fútbol, Rosas es mucho más que el amigo del 8 de España. «Si llego a nacer una década más tarde...», lamenta emocionado por la explosión de los futbolistas bajitos -mide 1,67- y talentosos, estirpe de la que ha sido bandera durante años.

Por fin ha acabado en el Hércules. Su fichaje siempre fue un quiero y no puedo hasta ahora.

Sé que hubo interés otras veces, sobre todo cuando firmó Esteban Vigo. Llevo muchos años jugando al fútbol y Alicante era un lugar al que me apetecía venir.

Hable de sus inicios. El Barça lo recluta para La Masía con 13 años. ¿Qué recuerda de aquella etapa?

Fue una experiencia sensacional. Sólo puedo decir cosas buenas de esa casa. Siempre estaban pendientes de nosotros y, aunque no siempre tienes a la familia, te sientes arropado. Te forman como persona y futbolista.

Rufete habla siempre de un vínculo invisible entre los jugadores criados en La Masía. ¿Existe?

Sí. Hay que tener en cuenta que los chavales que están allí se convierten en tu familia. Duermes, comes, te levantas y vas al colegio con ellos... Compartes lo bueno y lo malo. Recuerdo como si fuera ahora ver llorar a Iniesta día sí día también. Yo no lo pasé mal porque siempre iba con Jofre y Xavi. Esas amistades se quedan para siempre.

Xavi es un amigo. Dice que usted era el mejor de su generación...

Xavi es especial. Yo en esa generación, quizás porque jugaba más arriba y metía más goles, resultaba más vistoso. Pero Xavi ha sido bueno toda la vida. Lo que hace ahora lo hacía con 13 años. Es una persona humilde. Le escuchas hablar y lo primero que hace siempre es decir lo bueno que es Messi o Iniesta. Además de ser un jugador excelente, Xavi es una persona maravillosa.

Ahora se confía a ciegas en La Masía, ¿no siente envidia de no haber tropezado con un Guardiola?

Un poco de envidia sana sí tengo. Hay veces que pienso: «hostia, me podía haber pillado a mi esta época con 17 ó 18 años». Con ese tipo de futbolistas pequeños, el Barça y la selección, con un fútbol parecido, han llegado a la excelencia. Por lo menos queda el consuelo de que al final se ha valorado el tipo de fútbol con el que me identifico.

Han tardado, pero los pequeños han conquistado el mundo...

Sí, y me entra una inmensa alegría porque al final ha triunfado lo que durante tanto tiempo hemos reivindicado. Me encanta ver el campo lleno de bajitos. Yo he escuchado muchas veces «ese futbolista no puede jugar» por ser pequeño. Mi consejo es que un futbolista no tiene que dejarse influir por ningún entrenador. Lo que tiene que hacer es seguir trabajando y demostrar que sí vale, porque si no le sirves a un técnico le puedes servir a otro.

El Barça es único fabricando piezas de repuesto. Pero luego esas piezas no rinden en otros equipos. ¿Qué pasa fuera de La Masía?

No lo sé, pero estoy de acuerdo. Ese fue uno de mis problemas cuando salí del Barça. Al tener un estilo tan marcado. Cuando te vas a un equipo que no tiene el balón lo pasas mal. Hay que correr más y sufrir... A muchos, cuando salen del Barça, les cuesta. Hasta a Xavi, con lo grandísimo que es, le costaría...

Ha jugado en equipos de diferentes estilos y para todo tipo de técnicos. ¿Quién le ha marcado más?

De todos he aprendido, pero me quedo con Joan Vilà, de mi etapa de formación. A Van Gaal, que me hizo debutar con el primer equipo, le estoy agradecido, como también a Quique Hernández, con el que ya estuve en Huesca y Soria.

El mister del Hércules tiene una fe ciega en usted.

Y yo en él. Me ha ayudado mucho en otras etapas, sobre todo a afrontar situaciones complicadas para que puedas rendir mejor.

Sea sincero. Con su calidad, ¿cómo no alcanzó la cima?

En la vida siempre te equivocas, pero no tengo nada que reprocharme. Sí es verdad que, con el paso del tiempo, puedes pensar que no elegí bien en un momento determinado. Que es lo que me pasó cuando salí del Barça para fichar por el Alavés. En aquel momento era un gran equipo, jugaba en Europa y me quería el entrenador... Pero su forma de jugar no iba conmigo.

En el Hércules se va a juntar con Fran Mérida, Toti, Edu Bedia... No me negará que de ahí algo brillante tiene que salir...

Estoy convencido de que cuando cambie la dinámica vamos a jugar muy bien. Toti es sensacional y qué decir de Edu o Mérida. Sólo necesitamos salir de abajo.

Ahora la cosa está tranquila, pero el Rico Pérez fue un polvorín durante meses. ¿Cómo vivía desde la distancia la situación del club?

Sabía lo que había y no me asustaba. Hubiera venido incluso antes porque el Hércules es un grande, un histórico. El mejor sitio al que se puede ir en Segunda. He vivido en situaciones más convulsas y de todo se sale ganando partidos. Si la situación deportiva es buena la social se tranquiliza.

Los que le conocen afirman que estará mejor o peor, pero nunca se va a esconder.

Como todos, tendré días mejores y peores. No soy un portento físico. No puedo hacer lo que hace Diego Rivas, por ejemplo. Pero si mi trabajo es pedir el balón y darle salida al equipo voy a estar ahí siempre.

Pelea entre colistas en Miranda
Cuatro jornadas sin perder es una proeza para el Hércules actual, pero huir de la zona de descenso requiere algo más que una leve mejoría. Por ejemplo ganar al colista, el Mirandés, en un duelo que se antoja clave para las aspiraciones de permanencia del equipo alicantino. Quique Hernández, técnico del Hércules, ha trabajado el partido como si fuera una final, como lo demuestra que el equipo lleve dos días en tierras burgalesas preparando el encuentro. 

Hernández no podrá contar con Juanra, lesionado, pero recupera a Arbilla, con molestias durante la semana, y a Edu Bedia y Mora, ausentes en el último partido. 

Durante la semana, Hernández ha probado diferentes alternativas entre las que destacaba la de sentar en el banquillo a los dos pivotes defensivos, Rivas y Escassi, y alinear un centro del campo plagado de futbolistas de neta mentalidad ofensiva. Sin embargo, y ante las características del rival, todo apunta a que mantendrá a Rivas en el 'once' y organizará una línea defensiva con tres centrales y dos carrileros, algo que ya probó en Huesca con escaso éxito. En el Mirandés, Pouso se juega su continuidad en el banquillo.

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