Los movimientos en el banquillo del Madrid

Algo le pasa al Madrid cuando han de sostenerlo los jugadores de complemento. Viene sucediendo desde hace tiempo, y el equipo apañadito y reservón ya no aparece de forma coyuntural sino que ha adquirido una regularidad crónica, un síntoma peligroso para una sociedad con semejantes aspiraciones.

Ayer empató en Soria, y el pasado miércoles en Zaragoza. A cero en ambos casos, una circunstancia que no debe pasar desapercibida. Desde dentro se argüirá una ristra de cifras para optimizar todo cuanto está sucediendo: ya son 12 partidos sin perder, y eso es un consuelo más que suficiente para casi todos, con su entrenador a la cabeza.

Es el propio técnico uno de los principales responsables del estado de las cosas. Del Bosque entiende que está al mando de un gabinete de crisis, y todas sus decisiones van en la misma dirección. Frente al Numancia, tomó medidas para consolidar esa jubilosa racha de equipo invicto. La presencia de Helguera en el centro de la defensa invitaba a pensar en un cambio táctico, con Guti como media punta por delante de Redondo. Lejos de tan arriesgada innovación, el canterano fue un simple escolta del argentino, siempre atento a la hora de realizar cualquier cobertura.

El único movimiento en el banquillo también se reveló frustrante. Era evidente que McManaman tampoco iba a destaparse en Los Pajaritos, pero su relevo natural se llama Ognjenovic, y no Sanchís, una tarde más recurso plano en la última media hora.

Con un planteamiento tan austero, el partido adquirió un carácter azaroso, pendiente de cualquier acción a balón parado. El equipo de Goikoetxea es un ejemplo de optimización de los recursos. Tiene muy poquito y sabe que no puede bajar los brazos en instante alguno si pretende hacerse fuerte en la categoría.

Privado de Rubén Navarro, un futbolista crucial a la hora de rentabilizar su juego, tuvo muy poco que ofrecer de medio campo hacia adelante. No le sobran futbolistas al Numancia, obligado a tirar de manual en las jugadas de estrategia. Gozó de una cuantas para quebrar el marcador. Delgado cabeceó impecablemente un balón en el minuto 39, para lucimiento de un intachable Casillas. Ojeda repitió idéntica suerte en una falta botada por Rocha, pero el guardameta blanco sacó otra mano de lujo.

La portería es uno de los pocos problemas en aparente vía de solución. Iker Casillas es más portero cada jornada, particularmente debajo de los palos, donde hace gala de una extraordinaria elasticidad. Todo reflejos, él fue uno de los principales responsables de que el Madrid encadenase su segundo partido consecutivo sin encajar un gol.

Hay que echar la mirada atrás para encontrar aspectos notables en un grupo lleno de carencias. Funciona Redondo, cada vez más consolidado en un trabajo de puro equilibrio. Ayer fueron Iván Helguera y Julio César quienes formaron en el corazón de la zaga, con una actuación notable. El brasileño se fajó en una faceta que no es la suya, neutralizando los muchos balones aéreos que llegaron sobre su área. Helguera salvó una pelota de gol después de que Barbu superase a Casillas con una vaselina y aprovechó sus condiciones de centrocampista para hacer un buen uso del balón, dándole certera salida desde atrás.

La tarde exigía mucho, en un campo helado, aún con nieve en los fondos. Ya se podía imaginar lo que iba a proponer el Numancia, mucho más ducho en la guerra de trincheras, que planteó un encuentro muy británico, obviando las posiciones de medio campo.

Francamente inferior en las trazas que tomaba el encuentro, el Madrid no propuso ninguna fórmula alternativa. Dejó un disparo lejano de Morientes como único testimonio de su paso por Soria. Y los rasgos de un conjunto aplicado y peleón, uno de tantos que han pasado por Los Pajaritos. Muy poca cosa todo ello para un club llamado a mucho más, que se consume en la atonía y la autocomplacencia, sin que nadie parezca reparar en su alarmante grado de mediocridad.

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